Así en 1914 llegó a
En Salta conoció a mi madre, doña Augusta Cavalleroni, quien nació el 7 de mayo de 1906, y falleció el 28 de octubre de 1983. De esa unión nacimos nueve hijos: Hugo, Armonía (ya fallecida), Electra, Ermes, Floreal (fallecido), Themis, Ermita, Juan José y Nelson.
Con la ayuda de mi madre retomó el oficio de panadero y confitero. En su local se relacionó con obreros, artesanos, empleadas domésticas, vendedores ambulantes, pequeños comerciantes, empleados estatales, todos y cada uno de ellos le comentaban sus problemas de trabajo: malos tratos, abusos, falta de pago y falta de trabajo. Sensible a las dificultades de sus clientes y fiel a sus principios anarquistas decidió unirlos en un gremio. Fruto de sus desvelos fue la fundación, en 1923 del Sindicato de Oficios Varios. Su militancia sindical y su "peligrosa ideología" lo marcaron como una amenaza para la paz social.
Al producirse, en 1930, el cuartelazo de Uriburu, se fugó a Bolivia para salvar su vida. Pasado el peligro regresó a Salta donde continuó con su actividad gremial y su labor de panadero, haciéndose conocido en las barriadas por su especialidad, el pan cacho, pan preferido por los inmigrantes.
La panadería de Riera, ubicada por entonces en Pellegrini 515, fue un referente importante en las décadas de los '50 y '60, por un lado para figuras del folclor, que se juntaban allí para cantar y crear. Allí nació, por ejemplo, el recordado "Dúo Salteño", integrado por Patricio Giménez y Néstor "Chacho" Echenique. Entre sus amigos estuvo el poeta español León Felipe, Manuel J. Castilla, Leguizamón, César Fermín Perdiguero y el reconocido guitarrista Eduardo Falú.
En su casa se juntaban Ernesto Cabezas, Jaime Dávalos, Julio Espinosa y José Ríos. Don Cayetano Saluzzi y sus hijos, Dino, Celso y Cuchara, deleitaban con música a los que trabajaban en la panadería. Entre otros estaban Juan Ahuerma, Miguel Antonio Sorich, David Antonio Sorich, Manuel Catán y el artista plástico Antonio Yutronich. También pasaron socialistas, anarquistas y libertarios, como el "Che" Guevara, en viaje a México.
Por otro lado, era el alivio para las personas de menores recursos, que podían pasar por allí a comer o simplemente a cobijarse, cuando los días de frío y hambre amenazaban a punta de lanza.
Dos leyendas del folclor salteño, como el "Cuchi" Leguizamón y Manuel J. Castilla, compusieron una zamba para mi padre y es quizá la que mejor refleja la personalidad de Don Juan. La pluma incomparable del "barbudo" supo sintetizar en cinco cuartetas el inmenso amor hacia el prójimo, que el panadero tuvo durante toda su vida. "Cómo le iban a robar, ni queriendo a Don Juan Riera, si a los pobres les dejaba de noche la puerta abierta".
Dice el Cuchi Leguizamón: “Mire, nosotros teníamos un amigo, don Juan Riera, quien era propietario de una panadería en la calle Lerma. Manuel (Castilla) todas las mañanas le compraba el pan calentito, pero una vez al Barbudo lo dejaron sin trabajo en el diario El Intransigente, entonces no fue más. Pero al poco tiempo Rierita comenzó a llevarle personalmente el pan de la mañana. Manuel le dijo que no lo aceptaba porque no podía pagarlo y ¿sabe qué le contestó Rierita? Antes cuando usted podía, venía y me compraba el pan, pero ahora que no puede es mi obligación llevárselo todos los días. Mire qué filosofía.”
El escritor Juan Ahuerma, relata una anécdota: “Don Juan, incansable trabajador, aprovecha que llega setiembre y las fiestas del Milagro y decide instalar en la plaza 9 de Julio una mesa para vender biscochuelo, al igual que tantos otros. Pero, ¡oh coincidencia!, las autoridades municipales sacan en el mismo momento una ordenanza prohibiendo toda venta callejera, a no ser las inocentes e infaltables cédulas. Nada es derrota para don Riera. La necesidad, que agudiza el ingenio, le hace improvisar una salida excepcional: sin perder tiempo hace un cartel con la siguiente leyenda: "IGLESIA NUESTRA SEÑORA DE
1 comentario:
Maravillosa historia, estaba recopilando información para contar la historia de esa hermosa zamba en un ciclo literario, Maldita Ginebra, y me encuentro con este blog. Me emocioné , de repente la zamba cobró vida. Gracias Themis, por compartir estos recuerdos
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